Alfonso XIII, candidato al Priemo Nobel per la PACE.

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Un día del verano de 1914. Europa se batía en el campo de batalla en la denominada Gran Guerra. Desde Francia llegó una carta con una petición desesperada de una mujer enamorada que pedía socorro. Su marido había partido al frente y nada sabía de su paradero. La población francesa de Gironda era el origen de esta carta. El Palacio Real de Madrid, su destino. El rey Alfonso XIII el destinatario de este escrito. Y una lavandera, su autora.

Esta mujer pedía auxilio al rey Alfonso XIII. Desde la batalla de Charleroi en la que había participado su marido no sabía nada de él. Quería saber si podía mantener la esperanza de volverlo a ver y esperar que algún día volviese a casa; ó si, por el contrario, había muerto en combate. El por qué esta mujer se dirigió al rey Alfonso XIII no se sabe. Quizá porque España era país neutral en la contienda. Lo que sí conocemos es la reacción del rey. Se interesó por este asunto y puso en marcha una ronda de consultas diplomáticas en las diversas Cancillerías Europeas. Sus gestiones dieron resultado localizando al marido de la lavandera en un campo de prisioneros alemán. El propio Alfonso XIII escribió a la lavandera informando del paradero de su marido. Esta, alegre de saber que su marido estaba vivo, y sorprendida del interés humanitario y la respuesta del rey Alfonso XIII, lo comentó con un amigo periodista que lo publicó en un periódico francés: Le Petite Gironde. Una corriente de admiración hacia Alfonso XIII recorrió toda Francia con la consecuencia que el Palacio Real de Madrid se vio inundada de multitud de cartas de familias desesperadas que solicitaban al rey su intervención para saber de sus seres queridos desaparecidos en combate.

Fueron tantas las peticiones que Alfonso XIII decidió crear un equipo con 40 voluntarios para atenderlas todas lo mejor posible. Montó lo que se denominó la Oficina Pro Cautivos que organizó en las instalaciones privadas del Palacio Real de Madrid y cubrió los gastos de la misma con su patrimonio personal sin recurrir a los presupuestos generales del Estado. Invirtió un millón de pesetas de entonces, 600.000.- eu de hoy, en los gastos de esta Oficina para realizar esta importante labor humanitaria.

Entre las muchas cartas que llegaron, recibieron una que iba a dar una nueva dimensión humanitaria a esta Oficina. La carta la firmaba Silviane, una niña de París. Sabía que su hermano estaba preso en un campo de prisioneros. Al rey le solicitaba que lo rescatara de dicho campo, de lo contrario se moriría de hambre. La Oficina Pro Cautivos inicialmente se montó como una agencia de información para saber el paradero de muchos combatientes desaparecidos en combate. Con la petición de Silviane, la Oficina se dedicó también a intentar mejorar el destino de los cautivos, repatriándolos en su caso.
La capacidad de intermediación de esta Oficina, con Alfonso XIII a la cabeza, se debió a que la Casa Real estaba en contacto con los Embajadores y Agregados Militares españoles en las capitales de todos los países participantes en la Gran Guerra y en los neutrales. También por el prestigio personal del rey y su capacidad de liderazgo para afrontar esta tarea entre los reyes y presidentes de otros países, incluso directamente con el mismo Kaiser alemán.

Los resultados humanitarios de esta Oficina lo atestiguan: ayudó a 122.000 prisioneros franceses y belgas, 7.950 ingleses, 6.350 italianos, 400 portugueses, 350 americanos y 250 rusos. Logró que se repatriaran a 21.000 prisioneros que estaban enfermos así como a 70.000 civiles. A su vez, los Agregados Militares españoles realizaron 4.000 visitas a campos de concentración y averiguaron cuál era el trato que se daba a los prisioneros de guerra. Incluso el rey Alfonso XIII consiguió un acuerdo de las naciones beligerantes en el que se comprometían a no atacar a buques hospitales.

En esta ingente tarea, esta Oficina Pro Cautivos tuvo un importante aliado: la Cruz Roja Internacional, organización que colaboró con esta Oficina en algunas de las tareas que le fueron surgiendo de información del paradero, mejora en las condiciones de vida e, incluso, repatriación de prisioneros de guerra. Por esta acción, el rey Alfonso XIII fue candidato al Premio Nobel de la Paz, candidatura presentada por el jurista Francisco Lastres. El Comité noruego no concedió dicho Premio mientras duró la Gran Guerra. Al terminar esta se lo dieron a la Cruz Roja Internacional.

En 1933, ya Alfonso XIII en el exilio, el francés Albert de la Pradelle y el español Yanguas Messía, miembros del Instituto de Derecho Internacional de París, presentaron la candidatura al Prem¡o Nobel de la Paz a Don Alfonso de Borbón y Habsburgo, ex rey de España, por la creación de la Oficina Pro Cautivos. Sin conseguirlo. En España nueve mil ayuntamientos le habían propuesto al rey la Gran Cruz de Beneficencia. Alfonso XIII manifestó que “No soy yo quien debe lucir esta Cruz, sino España”, proponiendo que se impusiera a la bandera española y, en concreto, al Regimiento de Cazadores a Caballo Alfonso XIII con el que estaba muy ligado. La Oficina Pro Cautivos es la primera Organización Humanitaria organizada desde España, con reconocimiento internacional.

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